Psicología infantil
TDAH. Ahora que lo sabemos: vamos «a por nota», vamos «a por faena»
Hiperactividad, Niños, Padres, Sra. Cristina Soler Prats Y TDAH
La prevalencia del fracaso escolar entre niños con TDAH es significativamente alta; el bajo rendimiento escolar afecta al 40% de estos estudiantes (Barkley, 1998)
“Estoy en mi clase con todos mis compañeros, y yo soy uno de esos niños con TDAH. El profesor está explicando una lección de una asignatura que no es muy interesante...; mi compañero habla con la niña de al lado...; me cae el lápiz y aprovecho para levantarme...; miro por la ventana y veo que fuera en el patio pasan cosas...; ahora, alguien llama a la puerta de la clase...
Con todo esto, alguien cree que he podido guardar en mi cerebro todo lo que ha explicado el profesor?...”
Actualmente, oír hablar del Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad(TDAH) ya no se hace tan extraño como años atrás. Estamos ante un trastorno complejo y todavía no suficientemente conocido como desearíamos, pero sabemos que en él juegan un papel importante factores genéticos principalmente, y, en menor medida pero no menos importantes, factores ambientales.
El TDAH es un trastorno de origen neurobiológico que presenta alteraciones en la zona frontal del cerebro: la corteza prefrontal y circuitos frente estriados. En estas áreas residen de manera importante los mecanismos de atención, la regulación de la vigilia y el control de inhibición, entre otros.
Los síntomas de este trastorno son:
- Problemas de atención
- Baja capacidad de concentración
- Actividad motora excesiva
- Dificultades en el control de impulsos
Todos estos síntomas se dan en diferentes contextos: social, familiar y escolar; y todos ellos influencian entre sí.
Pongámonos en situación. La dificultad de los niños con TDAH para discriminar los estímulos relevantes de los que no lo son, conlleva que acaben perdiendo el hilo y el ritmo de lo que se explica en clase y que poco a poco se genere un retraso en la adquisición de conocimientos, un bajo rendimiento escolar y por tanto notas bajas o muy bajas. Casi nunca saben el trabajo que deben presentar o qué exámenes tienen porque no se lo han anotado en la agenda o los apuntes están incompletos. A toda esta situación, a menudo se añaden las dificultades en la planificación y organización de las tareas, aspecto que puede acabar llevando al niño hacia el fracaso escolar.
La prevalencia del fracaso escolar entre niños con TDAH es significativamente alta, el bajo rendimiento escolar afecta al 40% de estos estudiantes (Barkley, 1998). Por lo tanto, esta situación no se da en todos los afectados por este trastorno; sencillamente se constata que es más frecuente en ellos, ya que su sistema de aprendizaje está basado en la improvisación. Es decir, sus mecanismos de planificación y organización no son lo suficientemente adecuados. En cambio, la posibilidades de dificultad y conflictividad en las relaciones dentro del ámbito familiar y social es muy elevada en todos ellos.
Abordar el problema para reconducirlo es un trabajo en equipo , en el que jugará un papel importante el neuropediatra, el psiquiatra infanto-juvenil, el psicólogo, la familia y la escuela. El maestro, que es la persona que trabaja día a día con los alumnos puede ser la "clave" para iniciar el camino en un diagnóstico precoz.
A menudo la desesperación invade a los padres, profesores y el entorno más cercano del niño. Detectar la sintomatología a veces conlleva un largo y frustrante camino, en el que se cae en un círculo vicioso de castigos, discusiones tanto en la familia como en la escuela, notas en la agenda, rechazo por parte de los compañeros, etc... Circunstancias que generan en el niño una mayor desmotivación que, sumada a los obstáculos por los que ya ha ido pasando provocará en la mayoría de los casos problemas de autoestima.
La incertidumbre antes y/o durante este camino hace que surjan sentimientos de culpa que preocupan a los padres, preguntas sin respuestas e impotencia. Pero cuando se llega a un diagnóstico en firme, el sufrimiento pasa a un sentimiento de alivio en la mayoría de las familias. Por fin, hay una explicación y una forma de proseguir para mejorar el bienestar de todos y principalmente el del niño. Un diagnóstico precoz significa empezar a ponerse manos a la obra lo antes posible, lo que de buen principio, debe conllevar mayores probabilidades de favorecer en el rendimiento escolar.
El camino a recorrer antes de llegar a un diagnóstico en firme, suele ser largo y doloroso a nivel emocional, tanto para el niño como para su entorno. Los profesionales que intervienen deben extraer la máxima información del paciente y de la familia que debe estar dispuesta a realizar entrevistas personales; a ser observados directamente y a responder cuestionarios en los que también participan los profesores. Las respuestas del niño o el adolescente a los diferentes tests psicológicos, ayudan a valorar la hiperactividad, la impulsividad, el autoconcepto y autoestima, las conductas negativistas y desafiantes y las posibles conductas disociales. En todo este proceso, toma vital importancia el diagnóstico diferencial; hay que tener en cuenta muchos factores para poder ir ofreciendo las herramientas y las pautas más adecuadas en cada caso y momento; hay que trabajar en y desde diferentes vertientes.
En resumen, estamos ante un trastorno complejo, pero en ningún caso inabarcable ni sin solución. Gracias a los avances en la investigación y la medicina, las herramientas para diagnosticar el TDAH son más y mejores, los protocolos clínicos para abordarlo absolutamente más eficaces. La clave de la felicidad y la autoestima de estos niños, está en el diagnóstico precoz y la iniciación del tratamiento apropiado lo antes posible.
Sin prisas, paso a paso, la niebla y el mal tiempo del camino se transformarán en un magnífico día soleado.
Cristina Soler Prats Psicóloga y Neuropsicóloga Colegiada núm.: 13223